25/10/09

Mala Suerte

Todos hemos escuchado aquello de que, a veces, las mejores historias suceden cuando no las habías siquiera planeado. Algo así resume la vida de Mala Suerte. César Álvarez no es de esos que nacieron cantando, ni perteneció a un grupo de hermanos que sintieran una indescriptible y desgarradora atracción hacia la música. Lo que le pasó es que cometió el irresistible error de acercarse a ella y curiosear, juntarse con músicos. Y eso es lo peor que puede hacer alguien que siente debilidad por este arte. “Si mi amigo Garga puede tocar la guitarra, yo también, ¡vamos a meternos en el lío! Además, seguro que se liga más y parece divertido…”. Esa fue la frase con la que se lanzó a la aventura. Lo más importante ya lo tenía: las ganas. Y la guitarra, claro. En casa enmudecía una que su hermana había tocado cuando iba al colegio con las monjas, y César la rescató de su olvido. Cambiar de acordes, cantar alguna canción conocida… Todo parecía increíblemente complicado para alguien que jamás había tenido contacto con la música. Pero lo que importa es la ilusión y querer aprender, y en aquel año 94, con 18 años, César Álvarez tenía las ganas a flor de piel. Así fueron pasando los días, ensayando y estudiando, ensayando, ensayando, ensayando… y, de vez en cuando, estudiando. Las anécdotas en aquellos años se fueron sucediendo, eran buenos tiempos en los que todo iba tan bien, que lo único que había de Mala Suerte en aquella incipiente carrera era precisamente el nombre que César había decidido ponerle al grupo.
Aprender lleva su tiempo “Recuerdo un día en el Club de Campo; Universal Travelling había montado unas carpas y allí había dos tipos muy raros tocando la guitarra y con ellos un técnico de patillas enormes. Estaba tomando algo con mis amigos mientras les escuchábamos tocar: Los Secretos, Los Rodríguez… Y yo, que seguía sin tener ni idea de nada pero quería aprender rápido, vi mi oportunidad…”. Bastaron unos minutos en los que aquellos melenudos –ahora más conocidos como La Tercera República…- hicieron un descanso para que César les abordara con la facilidad que entonces adquirió y que con el paso de los años ha ido mejorando. -¿Te importa que toque algo mientras vosotros paráis? -¿Eres músico? –le preguntó Josu, desconfiado. -Sí, sí, por supuesto. -Pues sí, por favor, coge la guitarra… Ni corto ni perezoso, y ante el estupor de sus amigos y de aquel técnico de sonido, César se subió al escenario, cogió la Martin de Josu, y sin querer… sin saber cómo… ¡Paf! Una de las cuerdas salió disparada. Aquel patillas –a partir de ahora Manolo Valdés- no daba crédito y además tenía los ojos inyectados en sangre. Josu fue bastante diplomático, pero por si todo fuera poco, un anciano que pasaba por allí se puso a gritar con todas las fuerzas que su salud le dejaba: “¡Yo le he visto!! ¡Le he visto cómo tiraba de la cuerda!! A todo esto, sus mal llamados amigos salieron de allí más rápido de lo que César tardó en bajar del escenario. No descubrieron su talento, pero sí se quedaron con su cara; y cuando días después se lo encontraron en el Lady Pepa, Pablo dijo: -¡Mira, Josu, el hijo puta que nos rompió la cuerda!! Por aquél entonces César solía pasarse las noches en aquel lugar; hacía años que le había cogido gusto a sus paredes, a sus espaguetis y al ambiente que allí se respiraba. “La primera vez que entré allí, allá por el 92, bajé las escaleras y lo primero que vi fue a Ramón Arroyo comiendo espaguetis. No pude contener la emoción y me tiré a sus brazos, casi atragantando al pobre”, que seguramente con pocas ganas tuvo que interrumpir su delicioso plato para firmar un autógrafo que aún hoy César guarda con especial cariño entre sus discos de Los Secretos. Años después, y aunque estudiaba Publicidad, podía pasar allí cuatro o cinco noches de la semana y por supuesto siempre lo cerraba. Fue así como Manolo Valdés y el resto de amigos músicos que hoy le acompañan fueron quedándose con su cara y sus canciones. “Estudiaba en Valle Suchil, y como nunca había sitio para dejar el coche, decidí que lo mejor era salir a las seis de la mañana del Lady, aparcar, coger un edredóny quedarme doblado una horita y media hasta que llegaran mis compañeros a las ocho y media y me despertaran para entrar a clase” Después de seis o siete meses dando tumbos, Cesar y Garga consiguieron su primer bolo (lo de menos es que los dueños del bar fueran amigos suyos). Comenzaron tocando versiones y tres o cuatro canciones propias. Ese primer concierto fue un desastre absoluto, pero no impidió que César siguiera insistiendo con sus posibilidades. Fue entonces cuando conoció a su amigo Álvaro Tessa. Álvaro tenía un grupo y César y sus amigos solían ir a verlo. Lo asaltó, como suele hacerlo con todos aquellos músicos que se le meten entre ceja y ceja, y consiguió que Álvaro entrara en el grupo. El ambiente era bueno, los conciertos se llenaban de niñas… no se podía pedir más. Noviembre del año 2000, lugar, el Lady Pepa, como no podía ser de otra manera. Al fin y al cabo aquella era su segunda casa y donde iba a conseguir, por fin, una oportunidad. Aquella noche, “un tal” José Bulevard bajó las escaleras. -¿Oye, tú eres César? Me han dicho que va mucha gente a verte tocar. ¿Te gustaría tocar en el Honky Tonk? -Sí, sí, ¡sin problemas! Pero sí que había problemas en realidad… Para empezar, César ni siquiera sabía qué era el Honky Tonk; había pasado por allí alguna vez pero no le habían dejado entrar… Y ahora tenía que preparar un concierto… y que su guitarra de las monjas sonara mejor que bien. Para ir intimando con el local se pasó por allí unas semanas antes de su estreno: “Aluciné. Había una banda increíble con teclados, bajo, guitarras… ¡y hasta batería! Quise tranquilizarme y pensar que sería una actuación especial, que mi micro, mi guitarra de las monjas y yo seguiríamos juntos en el escenario, pero al día siguiente volví a ir y lo que vi me dejó impactado. No es que la banda de la noche anterior fuera especial, es que ésta era aún mejor, ¡¡con saxofón y todo!!” Manolo Valdés era la cura para tanto estrés, y lo llamó: -¡Manolito! Que toco dentro de dos semanas en el Honky!! -¿¿¿Cómo que tocas dentro de dos semanas en el Honky??? -¡Que sí, que toco!, volvió a asegurar César. ¡Y yo no puedo ir ahí! -¡No! Evidentemente que no!! gritó él. -Manolito… tengo que montar un grupo…. -¡Es que como llegues allí con tu banqueta y tu guitarra vas a salir a hostias! Ése fue el consuelo que recibió César a su angustia, pero en realidad Manolo Valdés ya se había puesto manos a la obra. Había pensado en Nacho Álvarez a la batería y en algún guitarrista. “Los tres guitarristas que me sugirió me parecían increíbles… pero de ese tal Nacho Álvarez no había escuchado hablar en mi vida. Quedamos al día siguiente en el Honky para conocernos, pero no se presentaron. Tengo que decir, por otro lado, que mi compañero Garga, que había estado conmigo unos cinco años y con quien había estado tocando todo ese tiempo, se rajó, se largó del bar como una rata. Quiero que esto conste, me dejó tirado”(risas). Y mientras… en otra parte del mundo… Manu Casla había estado tocando con varios grupos tiempo antes, estudiando música y trabajando cada día para mejorar. Pero un día, cansado de tumbos, de conciertos y de notas, decidió parar. Un año y medio después de haber abandonado la guitarra en un rincón de casa y apenas pensado en ella más que para quitarle el polvo acumulado, Manolo Valdés le despertó aquel talento dormido. Le había hecho muchos favores a Manu en aquellos musicales años y cuando éste llamó a su puerta pidiéndole un favor para un amigo, se sintió incapaz de darle un no por respuesta. Manolo buscaba un guitarrista para un concierto en el que sólo había un cantante sin apenas experiencia pero ni siquiera cuando supo que el famoso concierto iba a celebrarse en tan solo tres semanas Manu tuvo valor para negarse. Manolo y la novia de Manu, Ana, –ahora su mujer- fueron dos pesos pesados a los que era imposible llevarles la contraria. “Cuando volví a coger la guitarra no me acordaba de nada, era como si estuviera tocando con los dedos de los pies”, recuerda. “Advertí a César de que sólo iba a tocar aquel día, llamé a Rafa Rubio, teclista junto al que había tocado en varias ocasiones, y empezamos a tapar los huecos lo mejor que pudimos. Aunque aquello no se podía llamar banda, con músicos de aquella talla teníamos gran parte del camino hecho”. Al contrario que Manu, Nacho Álvarez no había acudido a la desesperada llamada de Manolo Valdés y de César. Se tuvieron que encontrar, cómo no, en el Lady: -Nacho, tú eres mi batería, atacó César. En cualquier otra circunstancia Nacho hubiera sacado su carácter y hubiera gruñido, pero no se sabe por qué, le hizo gracia la decisión de César, así que aceptó, Llevaba ya muchos años tocando en diferentes proyectos: bandas, programas de televisión… podía encontrarse al mes con 20 bolos diferentes fácilmente, y tal vez eso fue lo que le hizo pensar que unirse a Mala Suerte no resultaba tan mala idea. Así que ya eran tres: Manu, César y Nacho. “Aún recuerdo aquellos días. Una noche Manolo Valdés me pasó un cedé de un tío que necesitaba formar una banda. Cuando lo escuche… la verdad, me sonó a una monja cantando, sin nada de ritmo. Así que le fui dando largas a Manolo hasta que un día acepté. Fue cuando se me acercó un tipo en el Lady Pepa con pinta de Tony Cantó en el telecupón de Telecinco. Llevaba pantaloncito, camisa de cuadros cuidadosamente metida por dentro… Era César. Yo apenas me lo podía creer”, se ríe Nacho (ahora).
Buscando un bajista. En aquellas noches de ensayos y de aporrear las cuerdas César se había encontrado en varias ocasiones con un uruguayo que tocaba la guitarra “muy bien” así que, para variar, lo abordó y le preguntó si sería capaz de tocar también el bajo. Con la voluntad como mejor aprendizaje, aquel guitarrista uruguayo de cuyo nombre es mejor no acordarnos se comprometió a intentarlo, pero en eso quedó todo, en un intento. En el primer ensayo, cuando ya estaba todo medio montado y con un celestial sonido que a César lo tenía totalmente relajado para su puesta de largo en el Honky, Nacho parecía estar completamente en desacuerdo: -“O se va el uruguayo o me voy yo”, espetó a sus compañeros sin compasión. “Yo no entendía nada, a mí me sonaba muy bien, pero el batería parecía que no estaba nada contento”, recuerda César. Nacho no piensa lo mismo: “¡Sonaba fatal!”. Ante las exigencias de Nacho, y con la confianza que éste le inspiraba a César, se encontraron sin bajista a una semana y media del concierto. Tan poco puesto estaba entonces en temas musicales que pensó que tocar sin bajista no tenía nada de malo; al fin y al cabo, hasta ese momento, su micro, su guitarra y él se habían defendido perfectamente. Pero el resto, músicos de pura cepa, no recibieron con mucha alegría la sugerencia. César pasó las siguientes noches buscando bajista como quien busca un oasis en el desierto, pero su insistencia y la forma en la que acosa a sus presas facilitó, como siempre, las cosas: “Me ha gustado mucho cómo has tocado… Yo también tengo un proyecto… mi bajista me ha fallado…” Todas las noches las mismas frases, distintos bares, amigos, listas interminables con números de teléfonos… pero el bajista no aparecía en ningún escenario. Fue Manu quién acudió en su ayuda, se había acordado de Mark Janipka y no hizo falta buscar nada más. Apareció en los ensayos como el último rayo de esperanza y resultó ser la llave maestra. Fue como un amuleto con el que por fin las cosas empezaron a cambiar. “Fui porque soy un alma caritativa”, bromea Mark, “y también porque la música me gusta mucho y porque un amigo me estaba pidiendo ayuda”. Desde el primer día dejó al resto gratamente sorprendidos. Mark era capaz de seguir canciones que no conocía con una soltura que pocas veces se ve, sea por la intuición que dice que tiene o porque es un genio, como piensan sus amigos. Con Rafa Rubio y su revoltijo de papeles con los acordes de las canciones encima del teclado, se completó la primera formación de Mala Suerte como banda La hora de la verdad El concierto salió adelante el 10 de noviembre de 2000 Cinco o seis temas los tocaba la banda y para el resto sólo César se subía al escenario. A pesar del poco tiempo que habían pasado juntos, de los miedos de Manu después de tanto tiempo sin tocar, de las exigencias de Nacho y sus malos humos –por eso lo llaman el cascarrabias del grupo- el concierto, mal que bien, salió adelante. No debió de salir tan mal cuando al primero le siguió un segundo, un tercero… En realidad, el Honky era el único sitio donde les dejaban tocar. A pesar de que apenas se conocían, entre ellos se generó una amistad y un ambiente tan bueno que pronto empezaron a pensar que de allí podía salir un grupo de verdad. “Se vio desde el principio que éramos un grupo muy sano”, comenta Manu, “teníamos los mismos gustos, nos reíamos con las mismas cosas y nos lo tomábamos todo con mucho humor. Seguíamos ensayando encantados en el estudio de Manolo Valdés”. Pero un día se dieron el primer traspiés: Rafa Rubio dejó el grupo. Manu, César, Mark y Nacho necesitaban entonces a un nuevo teclista. Pensaron enseguida en David Prieto, un amigo de Manu que estuvo presente en el primer concierto del grupo y que había salido aquella noche de allí espantado y aburrido. Pero son esas cosas que tiene la vida, salió corriendo del Honky y volvió en otra ocasión… para tocar con ellos. La alegría de David y su sinceridad encajaron a la perfección con el resto y enseguida empezó a formar parte de esa piña que se estaba formando, aunque por otro lado cada uno de ellos seguía haciendo su vida y continuaba con sus cosas aparte. Un tiempo después, Manu se reencontró con Víctor. Se habían conocido allá por el 94, cuando Víctor tocaba en Jam Sex (Luego Spanic y ahora la Ley de Murfi). “Era muy divertido verles tocar. Presenté a Víctor al resto de la banda y se cayeron bien. Había pasado los últimos cuatro años tocando el bajo por exigencias del guión, pero lo que a Víctor de verdad le gustaba era tocar la guitarra. Cuando Mala Suerte le propuso volver a coger una, le pareció una idea genial”, asegura Manu. Y así, ya en el año 2003, Víctor se unió al resto y se convirtió en una parte más que necesaria cuando el grupo decidió formar un banda paralela, una banda de versiones: “Bermudas”. El público esperaba con muchas ganas los temas pop que tanto conocían y el “Abracadabra” de Alaska se convirtió en la canción emblemática de aquellas noches. El local se llenaba y aquellos conciertos les ayudaron a empastarse como banda y a coger confianza y tablas. Mientras, iban “colando” sus temas propios y la gente empezaba a reconocerlos. En 2003-04, al tiempo que empezaban a saborear el éxito de su grupo, se grabó la maqueta de “Fábrica de sueños” en ASK. Mark le pidió prestado el estudio a Alejo Stivel y aquello sonaba tan bien que con el tiempo acabó convirtiéndose en el primer disco. Pero pronto empezaron a torcerse las cosas. El primer gran palo que se llevó el grupo fue con la marcha de Mark, a finales de 2004. Había pasado con ellos cuatro años pero sus proyectos profesionales no hacían otra cosa que crecer. “Tenía muchas otras cosas en la cabeza. Tenía que dedicarme al trabajo y a mi familia, necesitaba parar un poco”, asegura Mark. “Un día, después de tocar en el Hoyo 19, estaba sentado con Manu en la puerta y se lo dije sin rodeos. Pensé que en ese momento podía estar mejor en casa que allí y eso no era una buena señal”. Sin embargo, hoy el grupo ve que era necesario que Mark se fuera para que siguiera estando con ellos. Que se fuera el bajista, ese que parece que no toca, que el que no es músico no sabe muy bien lo que hace, daba lugar a una importante crisis en Mala Suerte. “Que un guitarrista sea mediocre no hace que el grupo no pueda salir adelante pero cuando no tienes un buen bajista y un buen batería es imposible tirar”, así que los cuatro se encontraron en una encrucijada. Fue entonces cuando entró en escena el último de los componentes de Mala Suerte. Todos habían visto tocar a Mario en varias ocasiones con grupos de sobra conocidos como Tótem, Naïf… y coincidieron por fin en la inolvidable fiesta que organizó Popes80 y que resultó ser un bombazo; grupos como Los limones, José María Granados o Carmelo, de El Norte, se habían dejado caer por allí. La banda base aquella noche fue Mala Suerte y a Mario le encantaron… A partir de ahí hubo flechazo y cuando le ofrecieron la oportunidad, a través de un amigo común, de suplir al bajista anterior, ni siquiera lo pensó. Entró en el Mala Suerte como lo habían hecho los demás, pensando que era el grupo ideal para no comprometerse: no había que ensayar mucho, no le quitaba tiempo para sus obligaciones…
Malos tiempos para Mala Suerte
Llegó un momento en el que el grupo se estancó. No sabían a dónde iban, no había nada, daban tumbos… Y como pasa en esos momentos de duda el grupo se dividió: una parte quería volver a ser Bermudas y otra parte, sobre todo Manu, no. Para él, no sólo no era una buena idea porque no consideraba que las versiones fueran a llevar al grupo a nada especial, sino porque veía que a César tampoco le entusiasmaba cantar siempre los temas de otros y, al fin y al cabo, si César no estaba contento Mala Suerte no podía llegar a buen puerto. Para Manu, la mejor idea era buscar una salida al grupo, dar un paso más, ir a por algo más grande. Al buscar la solución al problema a través del democrático método de las urnas algunos se llevaron una gran decepción. La mayoría había votado por continuar siendo Bermudas: bajo su punto de vista los seis estaban ahí para divertirse y para pasar tiempo juntos, aparte de que sacar un disco era algo que estaba muy, muy lejos de las posibilidades del grupo, si tenemos en cuenta que desde el principio se habían tomado Mala Suerte como un entretenimiento. Pensar en un disco, en la promoción, tocar, grabar y en todo el dinero que esto supone era una idea que rechazaban de plano. Creer en “Fábrica de sueños” como un trabajo discográfico y no como una simple maqueta era precisamente eso, un sueño, una utopía, una locura. Manu se niega en redondo a continuar en el grupo si se opta por “la solución Bermudas”. César y él deciden que lo mejor para salir de la crisis es sacar de una vez la maqueta, hacer el disco, preparar la presentación… A pesar de las dudas y de los miedos consiguieron superar el bache y continuar unidos en un nuevo reto… Bueno, no todos. David, que había ideado la forma de decidir el futuro del grupo, no estaba contento; al fin y al cabo lo habían hablado, lo habían votado y todo eso no había servido para nada. Estaban haciendo algo por lo que él no apostaba y decidió abandonar. A pesar de la crisis a la que se habían vuelto a enfrentar –la más grande desde que Mark se fue-, fueron capaces de hablarlo cara a cara, de enfrentarse al problema y de recurrir, como han hecho siempre, a la sinceridad para cualquier problema. Por fin soplan vientos favorables Fue un cambio de imagen total, aires nuevos que no dejaban de sorprender: la Web colapsada, las salas llenas en los días de conciertos… Cuando el grupo ve el resultado de su decisión, el concierto de presentación, la sorprendente venta de discos y el incondicional apoyo de tantas personas, los malos ratos que han pasado unos meses atrás se olvidan. La crisis se ha superado con éxito, los antes reticentes componentes reconocen el éxito del camino elegido y así empieza lo bueno. La acogida que tuvo Fábrica de Sueños fue impresionante, el grupo quiso dar la sensación de eso, de grupo, y lo consiguió con creces; decenas de amigos se prestaron para el proyecto y los cámaras, los técnicos y el staff en general realizó un impagable servicio que nunca olvidarán. Con “Fábrica de sueños” fue la primera vez que se colgaba el cartel de “No hay entradas”. Aquel día tampoco los seguidores de Mala Suerte podrán olvidarlo. “La sala estaba a reventar”, dice César, “y no tenemos tantos amigos…” Después de un año promocionando Fábrica de sueños llegó 365 que resultó ser un éxito total. Tras tanto tiempo dando conciertos y enseñándonos su música, Mala Suerte se había ganado el respeto no sólo del público, sino de los más grandes artistas de nuestro país. Al mirarlos, todos podíamos ver una banda que sonaba muy bien, y por eso pudieron permitirse el lujo de trabajar con los grandes, que no tuvieron ningún miedo a la hora de participar en 365 con sus colaboraciones. Ramón Arroyo, Ambite, de Pistones, Pablo y Josu de la Tercera República, Tate de la Ley de Murfi, Mark… No hay palabras para describir todo lo que los cinco sienten por ellos y por su desinteresada amistad. Si a esto le sumamos a Dani Martín, al nuevo disco no le faltaba de nada. Teniendo en cuenta que con los años César había cogido toda la práctica necesaria para asaltar a los músicos, pocas posibilidades le quedaban a Dani de renunciar a semejante propuesta. “Cuando le asalté”, reconoce César, “fue muy amable y atento, luego comprobé que se comporta así siempre, porque es la forma de ser suya. Le conté nuestra historia y le pregunté si estaría dispuesto a tocar un tema y él me contestó que si le gustaba sí que lo haría. Después de muchos intentos fallidos para localizarlo –estaba en medio de la gira Zapatillas- por fin un día apareció en ASK. Ninguno nos lo creíamos. Ni nosotros, ni los grupos que estaban grabando allí en aquel momento”. “El fenómeno Dani Martín-Mala Suerte fue tal que cuando colgamos el tema en la página se nos colapsó”, comenta Manu El 29 de diciembre de 2007, en la sala Galileo, presentaron 365 justo un año después de Fábrica de Sueños, cumpliendo así la promesa que hicieran a sus seguidores “No necesitamos más compañía que la vuestra y el próximo año estaremos aquí presentando un nuevo disco y así hasta que vosotros queráis” Todos los músicos que habían colaborado en el disco quisieron acompañarles ese día, creando una magia que pocas veces se ve sobre un escenario. Y, una vez más, la sala se llenó. “Le pregunté a Domingo, el encargado, si podíamos meter en el Galileo a algunas personas más, para que no se quedaran en la calle, y él me contestó: `¡Pues como no abras el baño!´” recuerda César. Poco después de aquella maravilla llegó el concierto de Joy Eslava. Estaban inquietos y expectantes ante lo que pudieran encontrarse (llenar dos salas tan grandes en tan poco tiempo no es fácil sin promoción) y compartir programación con grupos como Earth, Wind and Fire no ayudaba a calmar los nervios… “Cuando Dani supo que íbamos a tocar allí nos dijo que si conseguíamos meter a 400 personas éramos increíbles, sobre todo porque no teníamos publicidad ni medios que nos apoyaran”. Finalmente 800 personas acudieron al concierto. Pero ni los buenos momentos de Fábrica de sueños, ni el éxito de éste y de 365, han cambiado un ápice a Mala Suerte. Ellos siguen siendo los mismos de antes y tampoco la ambición les ha nublado la vista “Para nosotros no es cuestión de superar el listón, de vender ni de llenar salas, nosotros estamos bien como estamos”. Y aquí les tenemos otra vez, presentando su nuevo trabajo, con las mismas ganas de siempre y más calidad que nunca “Esperamos que os guste” Muchos años, muchas anécdotas, muchas personas y muchos momentos han quedado grabados en el cedé de cada uno de ellos Mala Suerte no son Manu, César, Nacho, Víctor y Mario Mala Suerte son, además, Valdés, Ferni, amigoraùl, Mark, Javi, David, Ramón, Ambite, Josu, Pablo, Tate, Dani, tú, yo y todos los que quedan por venir De momento, la biografía acaba aquí, en el verano de 2008, pero ninguno de ellos tiene intención de abandonar y tú y yo seguro que tampoco. En unos años volveremos a actualizarla. Mucha suerte, Mala suerte.
Marta Galán (Tranquila, biografía de Mala Suerte 2008)
Publicar entrada

No hay comentarios:

Publicar un comentario