6/10/07

LOS SECRETOS



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La muerte de Pedro Antonio Díaz fue para mí un shock, en primer lugar, por la incertidumbre de saber si el grupo seguiría adelante tras esa segunda tragedia (después del fallecimiento de Canito) y, en segundo término, desde un punto de vista estrictamente musical, por la pérdida de esa maravillosa voz y de esa forma, para mí todavía única y trepidante, de tocar la batería.

De un plumazo la que se había convertido mi referencia musical, mi grupo favorito, se perdía. Los peores augurios se confirmaban cuando con el transcurso de los meses no llegaba ninguna noticia sobre la continuidad de “Los Secretos”. Habrían de pasar dos años hasta saber de ellos.

En mayo de 1986 se producirían dos magníficos acontecimientos en mi vida relacionados con el grupo.
El primero, la noticia de su retorno que recibí de sopetón un día andando por la calle cuando vi su nombre anunciado en un cartel de las fiestas de San Isidro. El segundo, es que ese sería precisamente mi primer concierto de música en directo. El referido concierto se celebró el 16 de mayo en el rockodromo de la Casa de Campo, y, junto con Los Secretos, tocaban también Duncan Dhu (creo) y La Orquesta Mondragón. Allí estábamos mi amigo Álvaro y yo, junto con otro compañero del colegio, sintiendo como decía aquella canción de su primer disco “fuertes emociones”. El transcurso de los años ha borrado muchos recuerdos de ese “mi primer concierto de Los Secretos” pero no las sensaciones que tuve “cuando las luces se apaga(ro)n”. No fue un concierto largo, no más allá de una hora, con repertorio desconocido para nosotros (tocaron las canciones del que sería su siguiente disco), aunque si me acuerdo perfectamente cómo bailamos “Déjame” en los bises, una auténtica vibración. Por supuesto, en cuando acabaron de tocar “Los Secretos” nos fuimos a casa, al fin y al cabo tan solo teníamos quince añitos.


Las buenas noticias seguirían en los meses venideros con la publicación de “El primer cruce”. Todavía me acuerdo cual fue mi primer contacto con ese disco. Una tarde, oyendo la radio, para variar, escuché una canción que me dejó traumatizado, hecho polvo, pero no logré enterarme de quien era, lo cual me puso ciertamente nervioso. La letra era desgarradora, desintegrante, una auténtica apología de lo que no se debe hacer jamás por una chica, aunque todos lo hayamos hecho cientos de veces. Al rato, de nuevo sonó en la radio: “nunca he sentido igual una derrota, que cuando ella me dijo se acabó, nunca creí tener mi vida rota …”. Esta vez sí, dijo el locutor: “son Los Secretos con Quiero beber hasta perder el control”. Entonces recuerdo gritar emocionado “no puede ser”. La voz era distinta, más grave, la música …diferente, no era pop, pero había algo que sí era igual, familiar, la letra, esa letra solo podía ser de Enrique Urquijo. Esa tarde me reencontré con Los Secretos y “Quiero beber” resonó en mi cabeza sin parar.

En las semanas siguientes logré escuchar varias canciones del disco, y, a la vuelta del verano, el día de su publicación allí estaba yo en El Corte Inglés de Goya (como aquel día en que compré “Algo más”) hurgando en las filas de vinilos hasta que lo encontré, solo había una copia de “El primer cruce” y era para mí. Todo volvía a ser como antes, mi grupo favorito en boca de todos los compañeros, el disco rulando para aquí y para allá.

Pero hablemos de música. El cambio de estilo no fue bien acogido por todos los del grupo de amigos,
pensaban que las canciones eran buenas, pero el nuevo estilo no era igual de digerible para cualquier oído. Estaba claro que ya no estábamos hablando de un grupo de pop español en el más estricto sentido de la palabra, eso era otra cosa, no sonaba a “pop español”. A mí no me fue tan difícil el tránsito al nuevo sonido en la medida en que era (y soy) un ferviente admirador de la música americana, siendo los “Eagles” una de mis bandas favoritas. En consecuencia, puedo decir ahora, como lo dije entonces, que “El primer cruce” es un magnífico mini-LP, y, aunque el sonido es ciertamente “vaquero”, no en todas las canciones ocurre así. Por ejemplo, “No me falles” (impresionante solo de Ramón Arroyo) o “Sin dirección” siguen una línea bastante pop, mientras que las otras cuatro “Cerrar los bares”, “El primer cruce”, “Quiero beber” y la instrumental “San José” sí destilan ese sonido “country-pop”. En todo caso, las canciones son de primera (todas de Enrique, salvo la instrumental de Ramón y la adaptación de “Cerrar los bares”), tanto musicalmente como en emoción, siendo la mayoría de ellas clásicos de “Los Secretos”. En fin, un disco que hay que tener.

“El primer cruce”, además del cambio de género, trajo consigo nueva formación con Ramón Arroyo a la guitarra (en detrimento de Javier Urquijo), Nacho Lles al bajo y Steve Jordan a la batería, junto con Enrique y Álvaro Urquijo. Este disco inauguraría una trilogía de “sonido fronterizo” junto con sus dos siguientes trabajos “Continuará” y “Directo”, en lo que, para algunos sería su época menos brillante, aunque yo diría que fue simplemente diferente en cuanto a sonido, pero no en cuando a letras que siempre han sido una seña de identidad del grupo.

En los meses siguientes a la salida a la calle de “El primer cruce” vimos en directo al grupo al menos un par de veces, disfrutando de lo lindo, dado que ya el “set list” mezclaba ya las canciones nuevas con algunas de los primeros tres discos, aunque fundamentalmente del primero.


Y, cuando menos lo esperábamos, casi sin darnos cuenta, ya estaba allí el año 1987 y con él el nuevo disco de Los Secretos “Continuará”, con el que rápidamente me hice. Es complicado hablar de este Lp, pues es una combinación explosiva de buenas canciones y otras no tan buenas con un sonido de lo más desacertado. Quizá se trata, junto con “Dos caras distintas”, del disco más irregular de la banda. Así, dejando el tema del sonido a un lado, hay auténticas joyas como “Buena chica”, “Por el túnel” (versión de una de Sabina), “No se si se acuerda”, “No digas que no” o “Continuará”, con otras mediocres como
“Mi peor enemigo” (quizá el tema más flojo de toda su discografía). El resto, aunque correctas composiciones, no acaban de convencer del todo, lo que sumado al asunto de la producción, hacen que el resultado final no sea nada convincente. El peso del disco, tanto de letras como de música, lo llevó prácticamente en su totalidad Enrique Urquijo, lo cual repercute claramente en el estilo musical del grupo.

En cualquier caso, Los Secretos siguieron siendo mi grupo favorito, y el de algunos de los amigos y compañeros del colegio, porque al fin y al cabo en plena adolescencia, cuando los sentimientos están a flor de piel, quien puede permanecer impasible a esas canciones. Yo no pude desde luego.

Casi sin tregua, por la radio, como siempre, me enteré que Los Secretos iban a grabar un disco en directo, pero no vendían las entradas, sino que era necesario recoger unas invitaciones en “Los 40 Principales” (vade retro), y, allí me planté un sábado por la mañana con un compañero del colegio a la caza y captura de los codiciados pases, y, hala, nada más llegar, a subir con Joaquín Luqui en el ascensor (verídico). Lo que hay que hacer por la música. Pero lo logramos, salimos íntegros y con las invitaciones.

En la mañana del domingo 28 de febrero de 1988 en la desaparecida sala “Rock Club”, a lado de la calle Gran Vía, estábamos como un clavo para ver y escuchar la grabación del tercer disco de esta nueva época (sexto de su carrera). No empezó mal la cosa, Abellán tiro unas copias de “Continuará” y cacé una al vuelo para mi amigo Álvaro que solo tenía grabado el disco (Por cierto que Álvaro casi se había escapado de casa con el consiguiente enfado de su madre pues llevaba varios días en cama con fiebre). De fondo sonaba antes de empezar el concierto “I come for you” de Tam Tam Go, todo un sacrilegio para los puristas del pop español que despreciaban a un grupo patrio que osaba cantar en inglés.

Se apagaron las luces, nosotros apostados a la izquierda del escenario, la gente rugía, salieron todos los músicos, salvo Enrique, y tocaron “No me imagino” en versión instrumental, llamando la atención la presencia de un teclista (Jesús Redondo). Con la segunda canción salió Enrique, emoción al máximo. El concierto fue apasionante, aunque el sonido no nos gustó nada, ciertamente sucio (premio para el que entienda la letra de “En la ciudad”). Hubo momentos álgidos como la salida de Sabina a cantar “Por el túnel” (aunque uno de los compañeros del colegio para el que no era santo de su devoción le dedico todo tipo de improperios), o, como no, la del maestro José Mª
Granados para cantar “Callejear” del disco “Algo más” y esa maravilla que es “Nada más”. Sobre esta última canción señalar que, por aquel entonces, el primer disco de Mamá que la contiene era un auténtico incunable, de manera que era la primera vez que la escuchábamos maravillados.

El doble disco es una buena combinación de canciones de la primera y segunda época, a las que se suman temas nuevos como la obra maestra “Volver a ser un niño” o buenas versiones como “Nacional VI” con Javier Teixidor de Mermelada (hoy en J. Teixi Band). No obstante, vuelve a fallar el sonido, muy pobre. Aun así, fuimos corriendo a comprarlo en cuanto vio la luz y fue intensamente escuchado como no podía ser de otra forma.

Sin embargo, la salida de “Directo” supuso, al menos para mí, un punto y aparte en la trayectoria del grupo, y me dejó con el interrogante de qué pasaría a continuación musicalmente hablando. Quien nos iba a decir que tras esos tres discos el pop volvería, nadie apostaba por ello. Pero volvió, y vamos que si volvió, con la que yo llamo “la trilogía de oro”.


Déjame
Ojos de Gata
Buena Chica


Alejandro de la Cuadra

1 comentario:

Anónimo dijo...

Joder, Alejandro, ¿por qué no haces esto más a menudo? El próximo que sea de LA ÚLTIMA APUESTA, por favor.

Es un PLACER leerte, amigo, créeme si te digo que provoca adicción.

Un abrazo. Ya sabes, inmenso.

P.D. No os dí las gracias a Álvaro y a tí por salvarme tras el post-concierto de Galileo.